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  • Foto del escritorVirtudes Torres Losa

Triste carnaval

Lunes de carnaval

Nelia, Ivan, Jaime y Yolanda han quedado para disfrazarse. Están en casa de Noelia. Las risas y los comentarios al verse con los disfraces se disparan. Han elegido como motivo de su caracterización al grupo Kiss.

Sobre la encimera del lavabo descansan varios juegos de maquillaje, sombras de ojos, y rojo de labios. Van extendiendo el blanco por la cara, una buena capa y cuando está bien conseguido es el momento de destacar los ojos con unas estrellas, rayos, alas de murciélago… en negro. El rojo es el toque final que enmarca los labios. Tras el maquillaje las pelucas que han estado esperando sobre la cama se deslizan sobre el pelo de los chicos y ya satisfechos se dirigen hasta el garaje de otro amigo, que ha acondicionado en esta ocasión para montar una fiesta de carnaval.

Foto de Inma T Carnaval 2020


1 Martes de carnaval

Es mediodía. Los padres de Nelia acaban de llegar del trabajo. Les extraña que su hija no haya regresado. Llaman al teléfono de la chica pero esta no contesta. Recuerdan que les dijo que iban a una fiesta en la casa de un amigo e intentan contactar con algunos de ellos. Nadie la ha visto en la fiesta a la que iba a asistir. Llaman al teléfono de Yolanda y está apagado. Deciden llamar al fijo de los padres de la muchacha. Su madre también ha empezado a preocuparse. Su hija no acostumbra a regresar a casa tarde por lo que deciden reunirse para buscarlas. Antes se dirigen al cuartel de la Guardia Civil para avisar de su desaparición.

La tarde va languideciendo y las chicas no aparecen. Los amigos y compañeros de clase más cercanos a ellas se han reunido. Echan en falta a Iván y a Jaime. Los chicos sí acostumbran a regresar tarde a casa, por eso al preguntar a sus padres estos no manifiestan preocupación, aunque ahora todo es diferente. Cuatro chicos han desaparecido en el trayecto de casa de Nelia hasta el garaje donde se daba la fiesta a la que nunca llegaron.

Foto de Inma T Carnaval 2020


2 Martes de carnaval

El recinto huele a moho y a detritos. Está oscuro. Un bulto se remueve, no se puede decir que esté en un rincón o en el centro de aquel lugar, pues no se ven los contornos de la estancia, ni paredes que la delimitan. No se puede adivinar si hay solo un bulto o más de uno. Tampoco si es una persona o un animal.

Un lamento escapa de algún lugar de ese antro. No parece que venga de donde está el bulto. Puede que haya más de un personaje. No se adivinan ventanas, puertas o cualquier resquicio por donde entre un poco de luz. O quizás sea de noche, una noche sin luna.

Aguzando el oído los únicos sonidos que llegan son, por un lado un lamento casi apagado que parece de dolor y, por otro, unos lejanos chillidos se supone que de ratas.

El tiempo en este lugar se dilata. Se hace eterno. En algún momento un leve rayo de luz ha parecido iluminar la estancia. La imagen reflejada ha sido dantesca. Son cuatro los bultos que, como en un flash, han aparecido. Dos, colgados de los pies balanceándose como un péndulo. Los otros dos tendidos en sendos camastros. Después el rayo ha cesado y la oscuridad ha vuelto a reinar en el recinto.

El silencio rompe los tímpanos. Los ojos se van acostumbrando a la oscuridad y, poco a poco, distinguen tonos más oscuros que la misma sombra que rodea ese lugar. La quietud es excitante, el deseo de conocer se enfrenta al rechazo de la certeza. De pronto un nuevo sonido rompe la quietud de la escena. Se parece a una gota de agua al caer. O quizás no, parece que tiene más densidad que el agua. ¿sangre? Puede ser. Los cuerpos colgados... ¿cuerpos? ¿por qué se supone que son cuerpos? No se han visto cuerpos, solo bultos.

Foto de Inma T Carnaval 2020


1 Miércoles de ceniza

La calle bulle de gente. El olor a sardinas asadas atrae a los paseantes que se acercan para dar el donativo y llevarse unas sardinas, un trozo de pan y un vaso de sangría. Hasta la tarde no dará comienzo el entierro de la sardina, pero ya hay quien está vestido de luto para la ocasión.

En la plaza principal se ha reunido la mayoría de los habitantes del pueblo que en ese momento no están en el trabajo. La marcha fúnebre suena de cuando en cuando regalada por trompetas desafinadas y músicos sin conocimiento musical, ejecutantes que debían ser ejecutados en ese lugar y en ese momento.

Entre los sonidos de la calle se mezclan otros en los que nadie repara. Dentro del habitáculo alguien ha debido de encender una luz, el resplandor ilumina dos ventanas bajas del sótano de una antigua casa señorial ahora deshabitada.

Foto de Inma T Carnaval 2020


2 Miércoles de ceniza (Entierro de la sardina)

Varias peñas carnavalescas han acudido hasta el recinto desde donde saldrá la comitiva. Una urna acondicionada para portar la gran sardina ya está en la carroza que la llevará hasta la pira que hay preparada en las afueras del pueblo. Por momentos la sardina se balancea peligrosamente sobre unas andas de madera. Los encargados de transportarla hasta la urna aún no han llegado. Falta un cuarto de hora para las cinco de la tarde, momento en el que dará comienzo la marcha tras la difunta. La enorme finada parece que tenga hipo, su tripa sube y baja sin parar. Los presentes piensan que es un efecto añadido y empiezan a reír a carcajadas. Le siguen unos tremendos ronquidos como estertores, algo que todos aplauden por el realismo que el efecto especial ha conseguido. Las risas cesan en el mismo momento en que unos lamentos salen de la boca del pescado. Después son voces pidiendo auxilio las que se escuchan. Los desafinados instrumentos musicales quedan en silencio. Alguien ataviado como la muerte se acerca con su guadaña. Empieza a golpear al pescado de cartón y, para asombro de todos los presentes los cuatro chicos desaparecidos aparecen ante sus ojos maniatados y amordazados.

La policía local encargada del orden durante el entierro, se persona en el lugar y buscan a los componentes de la peña que ha fabricado el pez de cartón. Los pillan poniéndose las túnicas con las que iban a acompañar a la sardina hasta su cremación. El entierro se suspende.


3 Miércoles de ceniza (tarde-noche)

En comisaría y tras muchos interrogatorios se llega a la conclusión de que los chicos fueron sorprendidos camino a la fiesta por unos secuestradores, obligados a subir a una furgoneta y llevados después a un depósito donde fueron torturados, amordazados y drogados para después ser llevados hasta la pira donde serían sacrificados como sacrificio a un dios negro. La ofrenda debía hacerse delante de todo el pueblo para que fuera efectiva y su recompensa era tener en sus manos a toda la población aterrada por no saber si esta situación de nuevo volvería a repetirse.

Afortunadamente la droga no fue lo suficiente efectiva y los chicos despertaron antes de lo esperado.

Este relato ha sido escrito para el reto del mes de febrero VADERETRO del blog Acervo de Letras de JascNet

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