top of page
Buscar
  • Foto del escritorVirtudes Torres Losa

Duke, alcalde de Atosennim


Es domingo, día de votación y el sol brilla con todas sus ganas. La noche anterior, todos los vecinos de Atosennim habían celebrado una gran fiesta. Las luces de las calles estaban todas encendidas, los vecinos paseaban arriba y abajo con sus mascotas engalanadas para la ocasión. En medio de la plaza mayor habían habilitado unos cuencos con comida, bebida y golosinas para los perros, gatos, hamster, cobayas, loros y todos los demás animalitos caseros que se acercaran por allí.

En una tarima presidencial Duke un precioso Gran Pirineo con un pelaje blanco y con una gran tranquilidad capaz de seducir al más nervioso, tenía programada para la ocasión dar los últimos ánimos para que, al día siguiente, su candidatura fuera la más votada que, a decir verdad, era la que todos los animalitos del pueblo estaban decididos a votar.

Todo el mundo parecía feliz. La música sonaba melodiosa y mientras los animales escuchaban atentamente el discurso de Duke, sus amigos los humanos bailaban y bebían cócteles daiquiri, margarita o piña colada. Después se zambullían en las aguas templadas a la luz de la luna.


Esto era así desde hacía poco más de dos años, cuando Duke, por casualidad llegó a Atosennim, nunca se supo de dónde venía pero su presencia en el pueblo fue crucial.

Todo estaba manga por hombro, todos los habitantes hacían y deshacían las cosas sin orden ni concierto, lo mismo se ponían a pintar las rejas por la noche que se acostaban a las doce del mediodía dándose las buenas noches.

Los panaderos no tenían horario para hacer el pan, las tiendas abrían unas veces por la madrugada, otras alguna tarde. Atosennim era sinónimo de desorden.

Aquí es donde Duke, acostumbrado a la buena vida y a los modales exquisitos, (se le notaba en el porte que lucía) no pudo con lo que estaba viendo y al no encontrar ni un simple hueso que llevarse a la boca, pues aquel día los dueños de tiendas o supermercados, habían decidido hacer fiesta para recuperarse de la fiesta del día anterior, Duke,decidió que había que ponerse serio y patas a la obra dio cuatro ladridos que sin usar megáfono paralizó a todo el pueblo.


Su léxico, aunque ignorado por el pueblo, no necesitó de traductor. Sus ladridos, cuando alguno de los vecinos se despistaba, eran bien escuchados a muchos kilómetros a la redonda y si el vecino en cuestión hacía caso omiso de ellos, un buen bocado en sus partes más queridas o simplemente en el trasero, bastaba para que el susodicho volviera al redil como mansa ovejita y empezara a obrar como buen ciudadano.

Hubo quien pensó que era un perro extraterrestre pues esa capacidad de dominación junto a su inteligencia era algo inusual. Pero lo cierto es que instauró un horario, se abrieron los comercios y se hicieron las labores caseras o cualquier trabajo en horarios establecidos, esto también llegó hasta el cura del pueblo que, como nadie iba a misa pues no se ponían de acuerdo cura y feligreses a la hora de asistir al santo oficio, llevaba décadas sin aparecer por allí ya que se había ido a una cueva en la montaña como eremita.

Alguien se quejó de que el perro parecía el alcalde del pueblo y esa fue la chispa que encendió la mecha, Duke comenzó a mover la cola con gran alegría y se puso patas arriba en señal de que desde ese momento él y solo él era quien gobernaba Atosennim.

Todo cambió a mejor. Se estableció por ley que cada habitante tuviera o tuviese una mascota. El pueblo antes sucio y descuidado salió en las listas de los pueblos con encanto y desde entonces llegaban turistas que se dejaban buena pasta en bares, restaurantes del pueblo. La economía empezó a brillar y todo gracias a la buena gobernación del Gran Pirineo.


Llegaron las siguientes votaciones y, aunque se presentaron para alcalde otros vecinos, Duke barrió con su resultado pues ni siquiera ellos, los oponentes, se votaron a sí mismos.

Y hoy hay que votar de nuevo, Duke luce precioso con ese pelo blanco tan limpio y cuidado que le da aspecto de galán de cine. Tiene dos contrincantes pero no tienen nada que hacer. Los gatitos se restriegan en las piernas de sus dueñas, los perros están más juguetones que de costumbre, los loros gritan “Duke, Duke, vencedor”, los hamster dan vueltas en la rueda más deprisa que de costumbre, hasta Tranqui la tortuga, está un poco acelerada.

Los vecinos del pueblo están tan enamorados de sus mascotas que ni por un momento piensan darles un disgusto. Todos tienen la papeleta en su mano y en todas ellas solo hay un nombre. El que regirá de nuevo, esta vez, por cuatro años la alcaldía de Atosennim. Por supuesto ese nombre no es otro que Duke.


Relato escrito para el reto VadeЯeto del blog de JastNet Acervo de letras.

Para esta ocasión nos pide tomar como referencia una de las noticias curiosas que ha puesto de ejemplo y desglosarla como mejor nos parezca.

Yo he escogido la que va en cabeza y esto es lo que me ha sugerido.


23 visualizaciones3 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page