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  • Foto del escritorVirtudes Torres Losa

El científico loco


https://pixabay.com/es/users/emily_willsphotography-8096214/

Quizás no ha sido la luna llena que ha reinado esta noche la que me ha tenido desvelado. Mi trabajo sigue inconcluso, no encuentro la solución al dilema que ronda en mi cerebro.

Las bujías que he puesto con enlaces a los cuadros de mando, no responden en el modo en que yo desearía. Las resistencias, los circuitos o quizás las fórmulas no están bien calculadas.

Tengo un buen dolor de cabeza; salto de la cama me quito el pijama y paso al baño a darme una buena ducha. Dejo caer el agua sobre mi cabeza durante unos minutos. Entre las gotas saltan los algoritmos y las secuencias. Los iconos y los símbolos se escurren por el desagüe. Tras secarme me pongo algo cómodo y me preparo un buen desayuno. Tomo el teléfono y mando un mensaje a mi ayudante, el becario Flores, de que no me molesten en toda la mañana, necesito concentración y silencio.

El café bien cargado dota al piso de un ambientador agradable y, ya con el estómago agradecido me siento de nuevo ante el ordenador y vuelvo a repasar de nuevo las fórmulas.


Escultura en bronce que desde abril de 2012 se encuentra frente a un centro comercial en la calle Powstańców de Breslavia, Polonia.

El nuevo experimento, un sistema autopropulsor capaz de separar las moléculas y volverlas a reunir en otro lugar en tan solo segundos me está trayendo un dolor de cabeza tras otro. Sé que los cálculos están bien, los resultados son exactos, pero también tengo la certeza de que algo falla. Al llevarlo a la práctica, siempre utilizando alguna fruta o algún objeto, no consigo que al término todo esté como al principio.

Ayer, sin ir más lejos, sobre la base donde está el punto de salida para el experimento, puse un hermoso melocotón. En el otro punto donde debía aparecer, en vez de reunirse las moléculas de la fruta, apareció solo el hueso.

Lo mismo ocurrió cuando puse en el lugar de salida un pollito. En el lado de entrada apareció ¡¡¡un huevo!!!

Ahora al volver a repasar todos mis cálculos creo haber dado con lo que ha pasado. Creo que en vez de la transportación molecular he inventado la marcha atrás en el tiempo.

Me preparo otra taza de café y, ya totalmente despierto y con la adrenalina por las nubes, comienzo a teclear números y símbolos. La cafeína y este descubrimiento han elevado mi ánimo. Tomo los destornilladores y comienzo a desatornillar y mover cualquier elemento de mi máquina maravillosa.

Sin darme cuenta las horas van pasando. No he comido nada y debe ser casi la hora de la siesta. Tomaré algún tentempié y volveré de nuevo al laboratorio. Ahora, más que nunca, es el momento de no parar hasta que mi invento esté terminado.

Rápidamente me dirijo al ascensor que me lleva hasta el comedor del edificio. Algo ha cambiado. Las personas con las que me cruzo, parecen diferentes. Hasta creo que han envejecido. Alguien se acerca y me mira con asombro.

‒¿Doctor… Gutiérrez? me pregunta algo receloso.

‒Si, soy el doctor Gutiérrez y usted debe ser el padre del becario Flores.

‒Soy su antiguo alumno, ahora soy el doctor Flores. Pero por usted no ha pasado el tiempo, está igual que hace veinte años. Doctor, dónde ha estado? lo estuvimos buscando por todo el campus, por la ciudad y por el país, nunca supimos de usted y lo dimos por muerto.

‒Pero qué locura está diciendo. Esta mañana me levanté como siempre hasta recuerdo haberle enviado un mensaje de que no se me molestara.

‒Doctor, ese mensaje me lo envió hace veinte años, desde entonces no hemos sabido nada usted. Le llamamos al busca pero nunca nos contestó. ¿Dónde ha estado?

‒En el laboratorio, no he salido de allí en toda la mañana. Iba ahora al comedor.


jerry lewis protagonizando la película EL PROFESOR CHIFLADO

‒Perdone doctor, pero su laboratorio ya no existe. Fue la misma tarde en que usted desapareció que en su laboratorio hubo una pequeña explosión. Una dotación de bomberos y cuerpo de la policía y la guardia civil, se personaron allí. Todo había quedado reducido a escombros pero de usted no había ni rastro. Y ahora se presenta como si no hubiera pasado el tiempo. Perdone, pero no entiendo nada.

‒Mi invento, mi máquina, dio resultado, ¿es que no lo ve? Inventé un aparato que hace que el tiempo vaya marcha atrás.

‒Perdone doctor, pero lo que yo veo es que el tiempo para todos nosotros ha ido avanzando al ritmo ordinario, sin embargo para usted ni ha pasado. Está igual que hace veinte años, pero usted no ha vivido ese tiempo. Esa máquina es todo un invento pero, perdone mi expresión, es una mierda.

‒¿Cómo puede decir eso? Es una falta de respeto a su superior. Mire que muy pronto se podrán hacer viajes en el tiempo, teletransportaciones y mil cosas más que ahora mismo no tenemos ni idea.

‒Doctor, no se altere. Ya estamos en esos amenes, los experimentos nos están dando buenos resultados y su artefacto ha quedado obsoleto.

‒¿Cómo se atreve? ¡obsoleto! no sabe qué está diciendo.

‒Le repito doctor que no se altere. Aunque usted no haya vivido estos años, su organismo seguro que ha ido debilitándose y, por favor, hágame caso y pida la jubilación. Y recuerde doctor: “Es mejor el tiempo vivido, que un lapsus en el olvido (refrán de mi cosecha)


Este relato ha sido creado para el reto de LUBRA de marzo de Jessica Galera Andreu. En esta ocasión se nos pide hacer un relato inspirado en la imagen que va a la cabeza de este texto y seguir los deseos que LUBRA, la diosa de los designios, tiene reservados tras sus relojes. Hay que escoger tres.

***

A mi me salieron los siguientes:

Inventa un nuevo aparato para medir el tiempo.

Inventa un refrán sobre el tiempo.

Días, meses, años... en tu relato el tiempo se mide de un modo diferente. ¡Creatividad al poder!

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