Jugaba en su laboratorio con frascos y líquidos. No entendía de química pero le apasionaba ver los resultados obtenidos con las mezclas.
¡Cómo sangraban mientras chillaban y se retorcían en un dolor intenso e irresistible!
No se inmutaba ante aquella visión. Ni siquiera los aullidos ensordecedores parecían hacerle reaccionar y parar semejante tortura.
Aquel día se preparó para otra jornada de aberración con los animales. Colocó botellas, probetas y jeringas y fue hacia una enorme jaula donde descansaba un maltrecho mono. El animal se resistió a salir y se acurrucó en el rincón más alejado de aquella cárcel.
Enojado entró y tiró de él pero, el animal reaccionó abalanzándose a su cuello, mordiéndole y empujándole al interior.
El mono cerró la jaula y, tomando todos los frascos los vació sobre el cuerpo de su maltratador.
Sus gritos nos los oyó nadie. Su particular laboratorio tenía el mejor sistema de insonorización.
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Mirando en mis archivos me he encontrado con este pequeño relato con el que participé hace más de dos años en un certamen. Dejo aquí el enlace a la página donde se encuentra publicado.
http://relatohiperbreve.blogspot.com/2018/04/242-su-misma-medicina-adulta-2018.html