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LA SEMILLA 🌿🌱

  • Foto del escritor: Virtudes Torres Losa
    Virtudes Torres Losa
  • hace 20 horas
  • 4 Min. de lectura

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Hace más de un año que no publico nada en el reto que cada mes JascNet tiene el placer de poner como desafío a nuestras neuronas. Y aquí estoy. Hoy he decidido que debo de acabar con esta sequía y dejar que las nubes de letras empapen las páginas de este blog.

El Reto del mes de agosto es el siguiente: Tenemos nueve imágenes en la galería, con distintas alegorías y posibles temas inspiradores. Debemos elegir una de ellas (o varias si sois osados o agonías)- nos reta Jose- y a partir de lo que nos sugiera la imagen construir un cuento.

Yo, he sido osada y he elegido cuatro imágenes de su blog y el cuento que me ha salido os lo dejo a continuación. Espero que lo disfrutéis.


☘LA SEMILLA



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Allí, en la inmensidad del espacio, el Explorador recordó con tristeza sus últimos días en la Tierra. Tenía en sus manos la memoria de sus recuerdos, único equipaje que le fue permitido conservar para su expulsión hacia el planeta Cárcel.

Él había cometido un pecado. Sí, el pecado de no haberse sometido a las leyes que imperaban en su mundo y se había enamorado.

Él siempre había cumplido con la ley. O, mejor dicho, se había limitado a hacer su trabajo; a coger su hacha cada día, salir camino del bosque, talar árboles, llevar su carga hasta el puesto de venta, recoger su salario y pagar su diezmo.


Stefan keller en Pixabay
Stefan keller en Pixabay

Pero aquella mañana, para él maravillosa, el bosque pareció sufrir una transformación. Los árboles no querían ser talados y ofrecían sus ramas más endebles, aquellas que amenazaban con caerse y aminoraban el esfuerzo del hombre.

El aire susurraba palabras de amor y las hojas suspiraban exhalando perfume de violetas.

El hombre quedó extasiado y sólo pudo contemplar la Naturaleza en su estado más puro, primitivo y vigorizante.

Acarició con sus dedos toscos los troncos de los árboles y estos dejaron ver rostros, imágenes como si fueran esculpidas por las manos del mejor escultor del universo.

El hombre sintió como un chasquido dentro de su ser. Su corazón sufrió un vuelco que inundó de sangre sus venas. Se sintió transportado hasta el lugar donde nacía el sentimiento más puro y grande que el hombre puede conocer “El Amor”.

****

Y sí, se enamoró de aquella imagen que el árbol le mostraba; se enamoró de aquella corteza tan rústica como pura; se enamoró del olor que emanaba de ella.

Soltó el hacha y tomó las ramas caídas y con esa carga llegó hasta el puesto de entrega. Lo recriminaron por ello. No eran ramas secas lo que exigían los amos, eran troncos de los árboles más verdes y sanos.

Su misión era despoblar el bosque. Había que dejar yerma la tierra. Allí, nuevos “bosques“ serían implantados por los ingenieros del gobierno.

Las placas solares serían, como ya venía sucediendo en otros lugares, las imágenes que querían ver los magnates del poder.

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Y esa fue la culpa. Su “traición” se vio penada con la expulsión del planeta. Su misión ahora explorar el universo donde iban los contrarios a las leyes del dictador.

Pecera y ojo de gato
Pecera y ojo de gato

El hombre volvió a mirar su Memoria Digital y una lágrima rodó por su mejilla.

Aquel bosque, quizás en este momento, ya no existiría. Otros leñadores con menos sensibilidad que él ya lo habrían talado. Lloró amargamente.

Le hubiera gustado tener una bola de cristal para ver a través del tiempo y del espacio. Pero no era así. Ahora en aquel desértico lugar vagaría sin descanso en busca de… qué. Era un lugar inhóspito y vacío.

Un susurro, un lamento, un llanto…

El hombre se puso en guardia. Hasta el momento creyó estar solo, pero ahora escuchaba algo.

Lamentos, sí; llantos, sí. Alguien se acercaba.

****


Pete Linforth en Pisabay
Pete Linforth en Pixabay

El sol, aquella lejana estrella que apenas emitía algo de luz, reflejaba con uno de sus rayos algo que brillaba en la lejanía. Eran cabezas cadavéricas. Poco a poco se iban acercando. Cuerpos huesudos con apenas algo de piel, en una marcha sin meta.

Sintió que debía unirse a ese cortejo, caminar sin pensar, seguir el ritmo e itinerario infinito. Sin preguntas y, aún más, sin respuestas a las que ya se hacía interiormente.

Se resistió, volvería a no formar parte del sistema. Volvería a ser Él y no lo que querían que fuera. Volvería a seguir en busca de su destino.

La comitiva pasó de largo y el hombre suspiró aliviado. Se recompuso de aquel mal momento y, con su Memoria en la mano, sonrió a la imagen que en ese momento se le mostraba.

Aquella cara, aquellas manos, aquella boca le estaban transmitiendo un mensaje.

Pulsó el botón de apagado y guardó el dispositivo en el bolsillo superior de su cazadora. Sintió que algo le rozaba el pecho.

Era una semilla de algún árbol que, en algún momento había caído dentro del bolsillo sin que él se diera cuenta.

Allí, en aquel lugar desértico y lejano, en aquel lugar “cárcel” de los sentimientos de amor, el hombre hizo un pequeño hoyo y enterró la semilla.

Después lloró, lloró su pena y su rabia. Sus lágrimas cayeron como lluvia sobre aquella tierra.

Virtudes Torres

4 agosto 2025

 
 
 

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