¿Qué ocurre cuando los vecinos ven llegar a su pueblo la posibilidad de tener un futuro mejor? Se sienten bendecidos, dan gracias al cielo y a la suerte de tener un trabajo con el que ganar el pan para su familia.
Aquel era un lugar perdido en el mapa, un lugar ocupado por un viento que nunca cesa, un viento que grita, que barre las calles y a sus gentes, un viento que llora, un viento capaz de helar la sangre. Aquella pequeña localidad formaba parte de la Ruta 40, era el único enlace de un pueblo austral alejado de todo. Hablamos de Las Heras.
Sus vecinos curtidos por su clima, se habían acostumbrado a ese viento, lo soportaban y salían adelante con la agricultura, la ganadería y sus derivados. Los puestos de trabajo que la industria petrolera proporcionaba era otro de sus pequeños logros y así se vivía el día a día en Las Heras, perteneciente a la provincia de Santa Cruz en Argentina.
Era 1909 y el ferrocarril llevó la alegría hasta este pequeño enclave. La línea que uniría Las Heras con Puerto Deseado (Deseado), era el enlace que unía un pueblo allá en el fin del mundo con un departamento pesquero en auge.
La prosperidad se hizo notar en Las Heras, también el flujo de gentes venidas de fuera con el mismo afán de conseguir un puesto de trabajo en el ferrocarril y con las mismas ilusiones que los oriundos del lugar. Todo iba a pedir de boca, el pueblo floreció, su comunicación con el exterior le quitó esa pátina de aislamiento al que se veía abocado dado su lugar en el mapa.
Entonces, si todo era tan maravilloso, ¿qué pasó para que este pueblo se convirtiera en un pueblo conocido por el horror? ¿por qué ese miedo a encontrar en alguna habitación de su casa a uno de sus hijos colgando de una viga? ¿por qué los jóvenes, -siempre eran jóvenes-, solo veían la muerte como solución a sus problemas?
Habían transcurrido años de tranquilidad, los vecinos veían crecer a su prole y todo marchaba bien hasta que aquel aciago año de 1978, el Proceso de Reorganización Nacional o lo que es igual la dictadura cívico-militar que gobernó Argentina desde marzo de 1976 hasta diciembre del 1983, clausuró la línea de ferrocarril Puerto Deseado- Las Heras, dejando a este último aislado en la Patagonia.
Como una flor que ya no se riega el pueblo se marchitó. El trabajo se esfumó, más aún cuando la YPF, yacimientos petrolíferos fiscales, durante el gobierno de Menen fue privatizada.
Un pueblo con casi 9500 habitantes vio cómo la mitad se quedaba sin trabajo, sin recursos, aislados del mundo, sin comunicación y sin salida.
Quizás fue esto lo que llevó a que en un primer momento uno de sus jóvenes viera como salida a su negra realidad el suicidio. Fue a finales de la década de 1990. Un ahorcamiento sin sentido, sin una nota, sin un por qué. Una vida que se esfuma con veinte y pocos años.
El efecto dominó y de nuevo gritos, lamentos y llantos de la gente que encuentra al nuevo suicida y otra vez las mismas preguntas: por qué, qué fue lo que pasó por su cabeza, por qué no pidió ayuda…, ¡era tan joven!
Y el pueblo miraba a sus vástagos, se preguntaba cuál sería el próximo porque siguió la racha, la mala racha. Y aquella joven tan alegre que quería estudiar, que tenía sueños fue la siguiente. Y, como pasa siempre, el pueblo empezó a verlo como algo contagioso, como algo “natural” pero no, no era natural, tal vez contagioso sí, pero no se preocuparon de cortar ese contagio, callaron y lloraron a sus muertos, pero no hicieron nada por atacar de raíz ese mal.
Y volvieron a escucharse las sirenas de las ambulancias y volvieron a escucharse los gritos, lamentos y lloros, mientras el viento gélido del sur se unía a ellos y volvieron a deslizar la cuerda que rodeaba el cuello de ese joven que podría haber tenido un porvenir en la capital y volvieron a lamentar lo ocurrido y a esperar quién sería el próximo. Y así varias decenas de jóvenes abandonaron este mundo.
No hubo periódicos que pusieran negro sobre blanco la noticia, era un pueblo allá en el fin del mundo y sus jóvenes no eran interesantes para la venta de sus ediciones. Fueron nuevamente olvidados.
Un día Leila Guerriero, supo de estos jóvenes y se decidió a visitar Las Heras y lo que allí encontró fue indiferencia y hastío por parte de algunos no afectados y pasividad, resignación por los que sí sufrieron una de estas pérdidas. Nunca se supo qué fue lo que desencadenó la primera muerte, en qué abismo estaba sumergido cuando decidió que era mejor poner fin a su existencia. Y se convirtió en misterio y se olvidó.
Hubo, claro está, quienes hablaron, criticaron, pusieron en solfa la conducta de alguno de estos jóvenes suicidas; los justicieros siempre están al acecho de quien da un paso diferente no por llevarlo al camino ideal si no por criticar ese paso mal dado y que sin duda ellos también lo habrían hecho de haber tenido la ocasión.
Leila recopiló toda la información que pudo, convivió con esas familias, se empapó del día a día de sus gentes y escribió el libro Los suicidas del fin del mundo que a mí me puso los pelos de punta. Así fue como se supo de estas muertes, como se supo de la poca importancia que se le dio en su momento.
Según el trabajo final de graduación para la Licenciatura en Trabajo Social. “Suicidio Adolescente” de María Amalia Guzmán, al día de hoy “En la Argentina, la mortalidad por suicidio en adolescentes y jóvenes se incrementó de 1,5 cada 100 000 habitantes en el año 1990 a 10,7 cada 100 000 habitantes en el año 2007, y las edades con mayor incremento estaban comprendidas entre los 20 y 25 años. (Serfaty, et àl, 2006:17-21)”
Según la Asociación Argentina de Prevención del Suicida, son la soledad, la sensación de aislamiento y la melancolía de la Patagonia los factores que influyen en el aumento de suicidios siendo en edades cada vez más jóvenes y siendo Santa Cruz la ciudad que triplica los casos de muertes.
NOTA: Como curiosidad añado esta nota en la que se refiere a la detención por el régimen militar del reconocido poeta chileno Pablo Neruda que se encontraba de paso en Buenos Aires y que fue trasladado al penal de Las Heras, donde sufrió vejaciones.
Virtudes Torres
Manzanares 9 de julio de 2024