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  • Foto del escritorVirtudes Torres Losa

Piluca y Cuquín (cuentos para reír)


JasNet nos hace una proposición inocente: Espero que estas fotografías (las del bebé y la niña que pondré más abajo) os hayan inspirado alegría, esperanza e ilusión, porque para el primer VadeReto de este Año Nuevo os propongo que creéis una historia llena de optimismo y alegría. Divertida, gamberra, mágica…

Podéis usar la inspiración que os transmita las fotografía, echar una mirada a vuestro entorno o sacar los trastos del baúl de vuestra imaginación.




Megan es la canguro de Piluca y Cuquín Chup. Sus papás la han contratado para que se quede con ellos esta noche, pues tienen un compromiso muy importante relacionado con su negocio.

Megan, como otras veces cuando se ha quedado con los niños, después de darles de cenar y ponerles los pijamas, se queda en el salón, pone una peli y así transcurren las horas hasta que los padres vuelven. Después el señor Chup la acerca hasta su casa para que no camine sola a altas horas de la noche por la calle. Esa es la tónica cada vez que cuida a los peques.


Imagen de Marques Edgar en pixabay.

Pero esta noche va a ser distinta. Nada más arrancar el coche de los señores Chup, el pequeño Cuquín empieza a llorar. Megan va corriendo para ver qué le pasa y sorprende a Piluca con unas tijeras en la mano. Asustada se las arrebata y regaña a la pequeña. Cada vez que la niña intenta hablar Piluca le hace señas con el dedo poniéndolo sobre sus labios en señal de silencio.

Pasado el susto pone a cada uno en un extremo de la mesa y deja delante de cada cual el plato de la cena.

Suena un wasap en el teléfono y Megan corre a por su cazadora donde ha dejado su móvil. Lee el mensaje y se dispone a contestar. De nuevo el llanto del pequeño vuelve a llenar de trinos y gorgoritos el ambiente.

La chica entra en la cocina y ve a la niña con la cuchara del pequeño en su mano, y todo el alicatado sembrado de puré de guisantes. Parece que hubiera surgido en las paredes un césped por generación espontánea.

–Pero se puede saber qué te pasa hoy? –pregunta Megan enojada a la pequeña.

–Si yo no…

–Cállate y ayúdame a limpiar esto antes de que se seque. Toma el rollo de cocina y empieza a limpiar por ese lado yo limpiaré por arriba.

Cuando solo queda limpiar el puré del suelo, suena el teléfono fijo de la casa.

Megan deja el cubo y la fregona y con los niños uno cogido de cada mano se los lleva a contestar. Son los papás, llaman para saber si todo va bien.

Megan los tranquiliza y dice que ya va a acostarlos. Después de colgar ayuda al pequeño a ponerse el pijama y lo lleva a su dormitorio. Aunque Piluca está algo enojada, pues la canguro no ha dejado en ningún momento que explique lo que realmente ha pasado, se mete en su camita y, apretando su coche de policía de la suerte, intenta dormir.

El aviso de otro mensaje, su lectura y posterior contestación, hace que Megan olvide que dejó el cubo y la fregona en la cocina a la espera de limpiar el piso.

Se escucha un ruido en la habitación de los pequeños. La chica hace un gesto de hastío y sube a ver qué ha pasado. No puede creer que los niños se estén portando tan mal. Cuando abre la puerta un olor fétido llega hasta sus papilas olfativas. El pequeño se ha hecho caca, eso es seguro, no puede ser solo aerosoles. Pero el ruido tampoco pertenece a un cuesco y mucho menos al de un bebé. Parece como si se hubiera desbordado una fosa séptica.

Megan enciende la luz y lo que ve le llena de asombro. La niña tiene en sus manos el pañal del bebé y el pequeño está de pie en la cuna, que está toda manchada de caca.

Megan de nuevo toma a Piluca y vuelve a regañarle por haber puesto todo perdido. La niña dice que ella no ha sido, que ha sido su hermano pero Megan no hace caso. Inmediatamente abre la ventana del dormitorio para que corra el aire, toma el pañal y lo mete en una bolsa de basura, echa ambientador y va hasta la cocina donde dejó la fregona para limpiar un poco el desastre que hay.


Imagen de Nathanel Love en pixabay.

Es al entrar en la cocina cuando se frena en seco. Allí, junto a la mesa, se encuentra con Cuquín, sentado en su trona enarbolando el pañal a modo de bandera. No entiende cómo ha llegado allí, en qué momento cogió el apestoso pañal ya que ella lo metió en el cubo de basura y quién lo ha sentado en la trona pues el pequeño no puede subir a ella si no es con ayuda.

El niño empieza a llorar, después se queda callado y comienza a reír; segundos después su voz alcanza una potencia de decibelios capaz de romper los cristales de toda la casa.

–He intentado decírtelo pero no me has dejado –dice Piluca– Cuquín no es ese bebé que está ahí, bueno sí, es él pero dentro hay alguien. Está poseso o lo que sea. Lleva así toda la tarde. Mis papás ya no podían más y por eso te han llamado a ver si tú sabías qué hacer. No han ido a ninguna reunión. Están en casa de los vecinos.

En ese momento llaman al timbre de la puerta. Megan pensando que son los padres de los niños va a abrir y se da de bruces con una viejecita que viene a por un poco de sal.

–¿Sal, señora, a estas horas?

–Si, niña, anda deja que pase y de un vistazo. Estoy buscando a mi hijo que debe estar haciendo de las suyas.

–Señora marche a su casa que van a dar el toque de queda y se la va a llevar la poli al calabozo.

–Vale, niña, échate a un lado que paso a por mi hijo.

–Pero ¿qué hijo? Aquí solo estamos los niños y yo.

–El niño, enséñame al niño.

–Está en la cocina en su silla y usted se marcha ahora mismo.

Desde la cocina el pequeño vuelve a llorar.

–¡Rodolfo! –La mujer, sin hacer caso a Megan, llega en un instante hasta el pequeño que en ese momento está haciendo como que nada en el suelo pringoso de la cocina.

La mujer lo intenta coger de un brazo y se escurre yendo a darse con la pata de la mesa y queda inconsciente. Megan que entra en la habitación un instante después también cae en el barrizal que se ha formado en el piso. Piluca ha estado grabando la escena desde un rincón y está compartiendo las imágenes con sus amigas de clase.

Los señores Chup llegan en ese instante y se encuentran en la puerta un coche de policía pues habían sido requeridos por algunos vecinos hartos de tanto llanto del niño. Cuando ya están todos lavados y en “olor de respirar” da comienzo a esclarecer los hechos. Es la vieja quien toma la palabra.

–Tienen que disculpar a mi hijo. No está en sus cabales. Cuando le da por mimetizarse con algo o con alguien pues eso, que no hay quien le frene.

A veces se hace una farola, le da por ahí y está todo el día encendiéndose o apagándose.¿Se acuerdan cuando se averió el semáforo de la calle Ciempiés? Pues era él. Se hizo pasar por el muñequito y todo el tiempo estuvo subiendo y bajando cambiando de color. Se lo pasó en grande.

Hoy le ha dado por ser un bebé y le ha tocado al hijo de los Chup y aquí se presentó toda la tarde haciéndose pasar por el pequeño.

–Entonces mi niño, dónde está? –preguntó la mamá de Cuquín.

–Esa es otra. –dice la buena señora– que en esta ocasión es más difícil. Mi hijo está dentro del pequeño.

Y dirigiéndose a su hijo le da un cachete y le tira de las orejas mientras le obliga a salir de dentro del pequeño. Casi es un milagro pero en ese momento el niño vuelve a llorar, esta vez como un bebé normal y mientras da palmitas y echa los brazos a su madre el otro, el hijo de señora mayor es llevado al calabozo a la espera de nuevas órdenes. La señora se queda esa noche con él y los señores Chup con los niños Chup & Chup se van a casa a descansar no sin antes dejar a Megan en la suya.

Y... colorín colorado, este loco cuento se ha acabado.


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