La vio nada más abrir los ojos y quedó paralizado. Amparada en las sombras, mimetizada con el claroscuro que las primeras luces del alba le proporcionaban y oculta en el rincón, aquella criatura horripilante acechaba. ¡Era enorme! Notó que ella se había sentido descubierta. Ambos se quedaron alerta, inmóviles. Él, desde su cama, agarrando las sábanas hasta hacerse sangre en las manos, tapado casi por completo, esperando que ella diera el primer paso o que aquella visión se desvaneciera
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