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DESESPERACIÓN

  • Foto del escritor: Virtudes Torres Losa
    Virtudes Torres Losa
  • 31 oct 2019
  • 3 Min. de lectura

Como homenaje al día de Todos los Santos, traigo este relato que escribí en noviembre de 2015 para el I certamen de Cuentos de ánimas del programa de Onda Regional de Murcia "El último peldaño" en el que quedó finalista entre los tres primeros.


Se acercaba el día de Todos los Santos y decidí ir al cementerio a visitar la tumba de mis mayores.

La tarde era otoñal así que aproveché para ir caminando. Nunca me ha gustado pasar mucho tiempo en este recinto, pero la paz me invadió. No había mucha gente en las tareas de limpieza de las lápidas y el trasiego de mujeres con cubos o flores apenas era perceptible.

El cementerio cerraba sus puertas a las seis y media de la tarde. Para entonces el sol empezaba a ocultarse por entre los altos cipreses y las palomas iban desapareciendo por los huecos de las rocas de la montaña que se veía tras la pared norte.

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Imagen obtenida el día 28 de octubre Cementerio de Manzanares

Un toque de campana avisó el cierre del camposanto. Poco a poco las limpiadoras iban caminando hacia la salida. Yo también empecé a caminar, sin darme cuenta crucé uno de los pasillos y me encontré más alejada de la entrada. Intenté volver sobre mis pasos y no supe por dónde había llegado hasta allí. De nuevo la campana llamó a los rezagados. Eché a correr y tropecé con una raíz de un sauce cayendo de bruces en una tumba abierta.

Debí perder el conocimiento pues al despertar todo estaba oscuro y las estrellas tintineaban en la noche. Grité por si el guardián del cementerio podía oírme. Nadie respondió a mi llamada. La tumba era profunda y sus paredes lisas por lo que no podía asirme a ellas para salir.

Palpé el suelo en busca de mi bolso con el fin de usar mi teléfono móvil para avisar a mi familia y que llamaran a la policía para sacarme de allí y lo que toqué me pareció que era madera. ¡Estaba sobre una caja de un muerto!


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Imagen tomada en un cementerio abandonado. Octubre 2019

Mis nervios se dispararon. La adrenalina subió hasta mi cabeza como si de un cohete de feria se tratara. Grité y grité, seguí arañando las paredes para subir, buscando el bolso, volviéndome loca.

Me pareció oír voces. Puse atención para ver si eran realmente voces lo que oía. La noche estaba en silencio. De nuevo grité y de nuevo las voces. Callé para hacer oído y las voces se silenciaron.

La luna salió de detrás de unos nubarrones e iluminó el lugar donde me encontraba como si fuera una linterna inmensa.

Mis pies estaban sobre un ataúd de madera con una ventana de cristal desde donde se veía la cara del finado. Este me miraba con los ojos muy abiertos y con una sonrisa tan macabra que toda mi espina pareció sacudida por un rayo eléctrico.

Intenté pedir auxilio pero la voz había desaparecido de mi garganta. Y lloré, lloré como nunca lo había hecho. Poco a poco la tapa del ataúd fue inclinándose y yo me vi levantada e incitada a caerme. Una sombra me hizo alzar la mirada. Una cuerda me llegaba desde arriba. Me lancé a ella en mi desesperación. Alguien que había oído mi llamada me ayudaba.

Al fin en tierra firme miré a mi alrededor. Nadie. Ni siquiera esa cuerda que me había ayudado a subir estaba allí.

No pensé en sacar conclusiones. No quería perder tiempo, solo marchar de aquel lugar. Salí corriendo en busca de la salida. De nuevo me encontraba perdida, ahora con el inconveniente de que era de noche y para mí se complicaba aún más con el miedo que tenía en mi cuerpo.

A lo lejos vi unas luces. Supuse que serían las velas de alguna capilla y hasta allí me dirigí, pues recordé haber visto una capilla a la entrada del cementerio.

No eran velas, no había capillas, eran los fuegos fatuos. Retrocedí, no sabía en qué lugar me encontraba. Traté de calmarme y pensar, cosa difícil. Miré a mi alrededor y descubrí la silueta de la montaña que es la pared norte del recinto. La dejé a mi espalda y caminé hacia adelante. Respiré aliviada cuando por fin vi la cancela. Estaba cerrada. Pero eso no iba a suponer un impedimento. La escalaría. Cuando ya estaba consiguiéndolo alguien me tiró de la ropa. Miré hacia atrás y un grito escapó de mi garganta.

Mamá me estaba llamando para ir al trabajo. Me había quedado dormida. Respiré aliviada al saber que todo había sido un sueño.

Pero… si todo ha sido un sueño ¿cómo explicar mis ropas llenas de barro, las heridas de mis dedos y estas marcas en las piernas como si me hubieran arrastrado? ¡ah!



Dejo aquí el enlace al vídeo que después grabé y que está ubicado en la plataforma del programa.

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7 comentarios


JascNet
JascNet
06 nov 2019

Creía que lo había hecho la otra vez. Algo haría mal. 😉👍

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Virtudes Torres Losa
Virtudes Torres Losa
06 nov 2019

👌🏽👍🏽👏🏽Muy bien Jose, por fin sale tu perfil.

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Virtudes Torres Losa
Virtudes Torres Losa
01 nov 2019

Por cierto Jose, prueba a registrarte a ver si así sale tu perfil.

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Virtudes Torres Losa
Virtudes Torres Losa
01 nov 2019

Hola Jose.

Para ese certamen se trataba de escribir cuentos relacionados con el cementerio, la noche de difuntos o cuentos de miedo. Yo escribí otro que no quedó entre los finalistas. Meses más tarde lo envié a un certamen y ganó el primer premio.

Te dejo la dirección por si lo quieres leer.

https://drive.google.com/file/d/0B4g_yU-z6zibR3JPT2Vscjc0N1E/view

Un abrazo.

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JascNet
JascNet
01 nov 2019

He empezado a leerlo y me decía, me suena. Pues claro, si lo tengo hasta en mi blog, en tu entrada. jajaja Pues lo que dije en su momento, un relato agradablemente siniestro y terroríficamente atractivo.

Se te da muy bien el terror. Creo que te leía alguno más que ahora no recuerdo.

Los cementerios siempre dan mucha chicha para escribir cosas siniestras.

Creo que mi próximo reto te va a gustar bastante.

😉👍

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