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Perdidos en el cosmos

  • Foto del escritor: Virtudes Torres Losa
    Virtudes Torres Losa
  • 26 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

CAPITULO 1º


EVACUACIÓN


Los últimos días en mi planeta fueron horribles. Una conjunción de desastres no previstos por los sabios ni los filósofos más ancianos, acaecieron de forma drástica. Nuestra luna Iridia tenía un volcán vivo y, a pesar de que llevaba algunos soles amenazando, nadie pareció prever que eso era algo serio. Cada cual siguió con sus quehaceres cotidianos dejando que los petipeces nos adormecieran con sus cantos de arrullo.

Adaptada de una foto de la red.

Tomábamos aquella pasta que el gran oráculo había revelado como uno de los manjares más deliciosos que jamás hubieran existido. Bayas de arbustos que crecían en las cumbres más altas de Orión, traídas ex profeso para formar parte de ese alimento al que nos invitaban todos los atardeceres y bebíamos el licor que caía de los árboles de piedra cuando sus frutas eran licuadas por sus propias ramas, para caer después en un sopor que nos llenaba de felicidad.

Fueron pasando los cronos con largos periodos de luz y de oscuridad y, para mí, la rutina se fue haciendo insoportable. Veía a mis ancestros caminar con la mirada ajena a todo lo que les rodeaba, tomar esa pasta que yo había empezado a odiar y después llegar hasta un rincón para pasar lo que quedaba del cronos dormitando.


Árbol de piedra, en Siloli Bolivia

Seguí las pautas que estaban marcadas pero cuando me alejaba de mis iguales, aprendí a desprenderme de aquella pasta gelatinosa para ocultarla entre las raíces de los árboles pétreos.

Un crono que me había alejado algo más del espacio destinado al paseo, pude comprobar por mí misma que la transparente frontera que nos habían avisado no traspasar, no era tal. Cierto es que veíamos como un cristal irisado allí en la lejanía, pero como jamás nos habíamos atrevido a llegar por el miedo que nos habían inculcado, nunca pudimos saber si era cierto o no. Creíamos en la palabra del Anciano Mayor, él hablaba por boca del oráculo y todo llegaba a nuestra mente como una orden imposible de rebatir. Pero yo había desobedecido en primer lugar no alimentándome con lo que nos daban y eso me había llevado a no seguir sus pautas, sus mandatos, hasta llegar a este extremo de la frontera donde ahora me encontraba.

Un murmullo de voces se mezclaban en mi cerebro. Mi chip instalado en él reconoció a varios compañeros de aleccionamiento. Junto a ellos se encontraba uno de los lupinos terrestres que habían sido evacuados de aquel planeta extinto, Tierra creo que se llamaba. Su inteligencia innata le había llevado a comunicarse con mis iguales a los que había, por medio de la hipnosis, transmitido toda su sapiencia. Me informaron de que tampoco ellos habían comido aquella pasta y habían empezado a comprender. También se habían dado cuenta de que Iridia estaba a punto de explotar y que una de las esferas más grandes estaba siendo aprovisionada para un largo viaje. En sus depósitos se almacenaban víveres imperecederos y las hornacinas estaban siendo acondicionadas para que sus ocupantes pudieran pasar un largo periodo de hibernación.

Foto tomada de la red

Estaba claro que el Anciano Mayor y su cúpula más cercana estaban preparando su escapatoria de nuestro planeta. No habían avisado a nadie del peligro. Tampoco hacía falta ya que todos estaban adormecidos con los alimentos que les suministraban. Pero nosotros estábamos ahí, dispuestos a ponernos a salvo. No podíamos volver a traspasar la línea imaginaria que se suponía que nos protegía de un peligro tras ella, pero la pena de dejar atrás a iguales a los que nos unía un lazo estelar nos llenaba de angustia y empezamos a percibir algo raro jamás sentido hasta el momento. Lupino nos transmitió que lo que sentíamos era tristeza.

Mis compañeros de aleccionamiento habían conseguido una pequeña esfera. Algunos crono/lustros atrás Magiel había pilotado una de ellas en sus entrenamientos y había llegado hasta un meteorito del que había extraído ricos minerales que habían surtido a nuestro planeta de una atmósfera capaz de limpiar todo los desechos impuros llegados desde Iridia por las emanaciones de su cráter. Ahora sabíamos el por qué de esas impurezas. Iridia se moría, estaba a punto de explosionar y con ella nuestro planeta también sucumbiría.

Constelación de Sagitario

Subimos a la esfera y la pusimos en marcha, Lupino venía con nosotros, él nos recomendó dirigirnos a la constelación de Sagitario que era la más cercana. Pusimos rumbo a su nebulosa La Laguna y unimos nuestros pensamientos como fuerza para que todo saliera bien. No sabíamos qué destino sería el nuestro, ni si volveríamos, aunque este último deseo iba a estar siempre en nuestro pensamiento.


Este relato ha sido editado para el DESAFÍO SECUNDARIO DE NOVIEMBRE del Blog de Jessica Galera. Su propuesta: la portada de un libro al que le falta el título y un dibujo una niña con una constelación que simula un lobo.


 
 
 

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