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  • Foto del escritorVirtudes Torres Losa

La ofrenda


«Al fin llegué a los pies de aquella impresionante y antiquísima deidad. Su anchura me limitaba todo el horizonte y se elevaba de forma tan indefinida que parecía perderse más allá del firmamento.

El silencio era tan intenso que dañaba a los sentidos. Solo mi corazón se empeñaba en querer quebrantarlo. La quietud era tan profunda que ni la más tenue brisa se atrevía a perturbarla.

Con un hondo suspiro hinqué mi rodilla ante ella. Agaché la cabeza y le dediqué la plegaria que desde pequeño me habían inculcado. Deposité mi carga en el suelo y le agradecí su protección y vitalidad para la consecución de mi misión.

Me fui dejando tras de mí el pesadísimo lastre que me había encadenado durante tanto tiempo y sentí ganas de salir volando.

Allí quedaron solos, como en un encantamiento, los espíritus ancestrales y su cadáver...»


...“La tarde anterior no había podido dormir; la bruma del lago traía hasta mí olores acre, como si todos los fósforos de la tierra se hubieran juntado para prender la llama de un gran volcán o, aún peor, como si toda la inmundicia de un gran vertedero se hubiera derramado a escasos metros de mí. Me revolví en la manta que había usado para dormir y miré alrededor, solo vislumbré sombras y siluetas de árboles. Yo estaba solo en el fin del mundo, lejos de cualquier signo de vida y aún así sentía que tras cada árbol se escondía un ser ancestral.


Horas antes había decidido descansar, tenía que recuperar fuerzas para afrontar la marcha que me esperaba la noche siguiente, pues sabía que el camino hasta la Deidad era largo y tortuoso. Los senderos ocultos a la vista de los mortales, solo los podía percibir si mi cerebro hubiera tenido un descanso reparador, si mi entrega al sueño me hubiera podido dotar de energía capaz de hacerme ver en la oscuridad.


Imagen de Jplenio en pixabay.

Levanté la vista y vi la luna creciente que me había acompañado en los últimos días. Estaba a punto de alcanzar la fase de luna llena y, para ese momento, yo debía de estar en el altar de la Diosa para postrarme ante ella y entregarle mi ofrenda. Era el momento de emprender la marcha, las luces del ocaso se mezclaban con las sombras de los árboles, dando a aquel paisaje una tonalidad opaca, incapaz de dejar ver más allá de donde alcanzaban mis brazos. Me sentía cansado, agotado, incapaz de decidir hacia dónde dirigir mis pasos, aún así recogí la manta que era una de las pocas pertenencias que aún conservaba e improvisé, con ella y unas ramas, una camilla o parihuelas donde depositar mi presente ya que a cada paso parecía pesar un poco más.


El curso del río venía crecido gracias a los deshielos y se había vuelto innavegable. Los rápidos habían jugado con la frágil canoa hecha de ramas y de troncos de abedul que me transportaba y que varias lunas antes había arrebatado a los indígenas. La carga de la frágil embarcación era para las aguas de aquel río una pluma en una cáscara de nuez. En ese momento sentí la presencia de la Diosa pues unas ramas desprendidas de los alisos andinos que se arremolinaban en el agua, formaron un dique delante de mi pequeña canoa y fueron mi tabla de salvación para llegar hasta la orilla.


La noche anterior había escapado con mi preciada carga; la había envuelto en ramas de jazmín en flor, había rociado sobre ella pétalos de flores silvestres, hojas de eucalipto y ramas de helecho. El perfume que desprendía me embriagaba. Su peso era liviano, parecía voluble y se adaptaba a mis hombros como si fuera parte de mí; su ingravidez me dotaba de una fuerza superior capaz de caminar por horas sin sentir cansancio. En la ribera de aquel río me esperaba una canoa escondida entre las ramas.


Había dejado atrás un poblado gobernado por un rey que era a su vez el señor de los poblados en varias millas a la redonda. Al no tener hijos varones, su sucesor en el cargo era su primogénita. Esta era la verdadera razón de que yo me encontrara allí. Había sido elegido para llevar a cabo una misión. Secuestrar a la primogénita del rey y llevarla hasta la Diosa. Allí se realizaría el sacrificio y ofrecería su sangre, ojos y corazón a la Deidad.


La hija de aquel traidor estaba custodiada por cuatro ancianas. Las cuatro se turnaban en vigilar que nadie pudiera molestar a la joven mientras disfrutaba del baño en los remansos del río, dormía bajo los árboles o daba sus paseos matinales. Me fue fácil desprenderme de ellas y, ayudado de un dardo impregnado de un brebaje a base de plantas adormideras, raptar a aquella muchacha a la que no quise siquiera ver su rostro.


Antes de mi odisea en aquel caudaloso río y, casi exhausto, había cruzado por poblados de indígenas más o menos afables. Me habían ofrecido camu-camu y bayas exóticas con las que pude recuperar las fuerzas perdidas; el agua de coco, zumos de guanábana y una buena dieta a base de carpas y peces de un riachuelo que bañaba aquellas tierras fueron decisivos en mi recuperación. Hasta ese momento nadie supo de la misión que me traía hasta allí.


Mi pueblo, nómada desde un par de décadas atrás, había luchado por sobrevivir en las montañas lejos de su propio poblado. Mi padre era el auténtico rey de aquel lugar y había sido traicionado por su propio hermano y obligado a emigrar. Yo había nacido fuera de aquellas tierras pero las sentía mías. Yo, Corazón de fuego, era el verdadero sucesor de aquel trono, era el hijo del rey destronado y como tal me disponía a recuperar lo que me pertenecía. Me consagré a la Diosa, y esta con la única condición de que le entregara la vida de la hija del usurpador derramó sobre mí su protección y salí en busca de mis raíces...”

****

Allí quedaron solos, como en un encantamiento, los espíritus ancestrales y su cadáver...»


****

La luna llena está en todo su esplendor cuando detengo mis pasos ante aquellos muros atávicos. Entregada la ofrenda a los pies de la Deidad me dispongo a marchar y cuando estoy bajo el arco de este templo milenario, una voz a mi espalda me hace parar en seco. Es la Diosa. Su poder frena mis pasos. Me pide que vuelva. No puedo, no deseo saber nada más, mi misión ha sido llevada a cabo con éxito. Vuelvo a mi pueblo, a recuperar mi sitio en el poblado, he de hacer pagar su traición al hermano de mi padre, pero la Diosa no está aún conforme.



Meditación Imagen de pixabay

Dice que he de hacer el ofrecimiento y queda poco tiempo. Todo ha de llevarse a cabo antes de que salgan los primeros rayos de sol. Quiere que le entregue los ojos, la sangre y el corazón de la mujer. No necesita su cuerpo.

Tímidamente me acerco hasta el ara donde he depositado mi ofrenda. No entraba en mis pensamientos ser yo quien hiciera el sacrificio. Cierro los ojos y levanto mis manos sosteniendo entre ellas el puñal de sílex. El primer rayo de sol choca con el arma y el estallido de luz dota aquel templo de una claridad cegadora; las aves que aún dormían en las ramas de los árboles emprenden el vuelo asustadas, roedores, rumiantes y animales carnívoros salen de sus escondites en loca carrera y una chispa, escapada del pedernal del arma que aún sostengo en mis manos, prende las hojas secas y las ramas caídas de los árboles.


La Deidad da un grito estremecedor y me ordena que tome aquel cuerpo y cumpla mi promesa. No queda tiempo. Está amaneciendo. Las llamas se van acercando. De nuevo levanto mis manos con el cuchillo dispuesto a acabar con aquel sacrificio. Las ramas de helecho que yo había puesto sobre la cara de la mujer a un movimiento de esta caen, sus ojos se abren como despertando de un profundo sueño. Susurra palabras inconexas. Sus ojos verde aguamarina se clavan en los míos, una lágrima resbala de ellos yendo a rozar sus labios que se entreabren intentando aspirar el aire que unos minutos antes le había sido negado.

foto tomada de la red

Me mira y la voz de la Diosa se filtra en mi pensamiento incitándome a hundir el filo de aquel arma en su pecho pero mis manos no responden, están sin fuerzas. El cuchillo resbala y cae al suelo haciéndose añicos. La tierra se estremece y grandes grietas aparecen ante mi. Los muros se derrumban y la Diosa cae estrellándose contra el suelo.


La muchacha, minutos antes ofrenda para una Diosa, levanta sus brazos y se agarra a mi cuello, apretando su pecho contra el mío. El aroma de su piel me seduce y en ese momento solo pienso en ponerme a salvo y llevarla conmigo. El efecto del potente narcótico ya ha pasado y la adrenalina ha vuelto a sus venas. Corremos apremiados por las llamas que se acercan y la tierra que se abre.


Más tarde, cuando ya nos sentimos a salvo, paramos para recuperar fuerzas y observamos con tristeza la gran nube de polvo y humo que ha quedado en aquel lugar. Es tiempo para hablar, para reflexionar, para confesar el porqué de mis actos y así lo hago. Kiram, que así se llama la que fuera mi prisionera y cuyo nombre significa “Rayo de Sol” me mira entristecida y confiesa que el hermano de mi padre murió en una pelea cuando quiso invadir otros poblados.

‒”Todos en el pueblo lo despreciaban y no aceptaban la manera de gobernar que tenía. Lo retaron y tuvo que pelear con quien saliera al azar y así el que ganara sería el rey. Le tocó luchar contra mi padre ‒continuó Kiram‒ Se rió porque mi padre era un hombre mayor y él joven y fuerte. Pero en aquella ocasión, los dioses estaban del lado de mi padre. El cadáver de tu tío fue arrojado al acantilado para ser devorado por los buitres y las hienas y su familia desterrada del poblado, jamás hemos sabido de ellos.”



El sol ya está en su cenit, la selva va recuperando su rutina, el olor a quemado aún flota en el aire. Lamento mi error al no haber comprobado antes quién era ella y su familia. Kiram pone sus dedos en mis labios y me sonríe. Sus ojos tienen tonalidades ámbar y miel, mis dedos abren caminos entre su pelo negro como el azabache y su boca me ofrece el perdón que ando buscando.


Las horas más calurosas han pasado. Nos disponemos a emprender el camino de regreso al poblado y allí ante el padre de Kiram, someterme al castigo que merezca.

Virtudes Torres

Marzo 2021

La introducción en color azul es del blog de JascNet, Acervo de Letras y de su propuesta para el VadeReto del mes de marzo. Tras esa intro yo he compuesto este texto.


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