VUELO ESTELAR
- Virtudes Torres Losa
- 29 sept 2021
- 3 Min. de lectura
Casi se termina septiembre y no llego a la cita.
Para este mes Jose JascNet, nos propone volar. El modo o el artefacto dónde lo hagamos se queda a nuestra imaginación. Pues vamos allá.

Aquel artefacto había tomado tierra a pocos metros de mi casa. Yo me encontraba pasando el verano en la casita que tengo en el campo, ya que los calores veraniegos son más llevaderos en plena sierra que en el pulcro suelo de asfalto de la ciudad.
Me encontraba con Sully, mi perrito mil razas, mirando al cielo esperando ver los minúsculos aviones que surcan la negra bóveda celeste cuando aquel brillo deslumbró mis ojos. Quedé asombrada cuando fue descendiendo y se quedó a varios metros del suelo, curiosamente sin levantar polvo ni hacer ruido.
Sully se irguió y empezó a ladrar con tanta fuerza que creí que se iba a quedar sin voz ya que parecía que su sonido pertenecía a un mastín o cualquier perro de talla grande.

Del interior de aquella nave bajaron unos seres rarísimos. Tenían una cabeza enorme con dos cuernos en forma de antenas y unos cuerpos semejantes a un triángulo. Se deslizaban, no andaban, hacia donde estábamos mi perro y yo.
Sin mediar palabra fuimos absorbidos, en el sentido literal de la palabra, Tanto Sully como yo “volamos” hacia aquella nave. Creo que eran esos seres los que nos llevaban con la fuerza de sus antenas, pues estas se movían hacia nosotros curiosamente sin tocarnos. Mi perrillo dejó de ladrar y a mi ni me salió una palabra. Estaba muda y sorprendida, tenía muchísimo miedo pero era incapaz de dar un solo grito. Intenté relajarme pero mi miedo crecía por momentos. Me alejaba de casa y allí mis familiares dormían como unos benditos sin saber qué estaba ocurriendo fuera.
Ya en la nave a donde fuimos absorbidos por una ráfaga de luz que emanaba desde el interior, seguimos deslizándonos en el aire hasta una plataforma de cristal que estaba a un metro más o menos del suelo, donde fuimos depositados.
Mi perrito me miraba triste como si esperase que lo cogiera y saliera de allí corriendo, pero yo era incapaz de moverme.
Estábamos “atados” con unas ligaduras invisibles. Unos seres parecidos a los anteriores pero con el cuerpo en forma de rombo, empezaron a observarnos. Desde arriba se aproximó hasta nuestras caras una bola de cristal con una luz azul en su interior; esta comenzó a parpadear y a mandar códigos a un ordenador que empezó a procesar todos los datos y, tras varios exámenes, varias pruebas, tomas de pelo, sangre y otros fluidos que no vienen al caso.
