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  • Foto del escritorVirtudes Torres Losa

VUELO ESTELAR

Casi se termina septiembre y no llego a la cita.

Para este mes Jose JascNet, nos propone volar. El modo o el artefacto dónde lo hagamos se queda a nuestra imaginación. Pues vamos allá.



Aquel artefacto había tomado tierra a pocos metros de mi casa. Yo me encontraba pasando el verano en la casita que tengo en el campo, ya que los calores veraniegos son más llevaderos en plena sierra que en el pulcro suelo de asfalto de la ciudad.

Me encontraba con Sully, mi perrito mil razas, mirando al cielo esperando ver los minúsculos aviones que surcan la negra bóveda celeste cuando aquel brillo deslumbró mis ojos. Quedé asombrada cuando fue descendiendo y se quedó a varios metros del suelo, curiosamente sin levantar polvo ni hacer ruido.

Sully se irguió y empezó a ladrar con tanta fuerza que creí que se iba a quedar sin voz ya que parecía que su sonido pertenecía a un mastín o cualquier perro de talla grande.


Foto tomada en mi parcela. Noviembre 2018

Del interior de aquella nave bajaron unos seres rarísimos. Tenían una cabeza enorme con dos cuernos en forma de antenas y unos cuerpos semejantes a un triángulo. Se deslizaban, no andaban, hacia donde estábamos mi perro y yo.

Sin mediar palabra fuimos absorbidos, en el sentido literal de la palabra, Tanto Sully como yo “volamos” hacia aquella nave. Creo que eran esos seres los que nos llevaban con la fuerza de sus antenas, pues estas se movían hacia nosotros curiosamente sin tocarnos. Mi perrillo dejó de ladrar y a mi ni me salió una palabra. Estaba muda y sorprendida, tenía muchísimo miedo pero era incapaz de dar un solo grito. Intenté relajarme pero mi miedo crecía por momentos. Me alejaba de casa y allí mis familiares dormían como unos benditos sin saber qué estaba ocurriendo fuera.

Ya en la nave a donde fuimos absorbidos por una ráfaga de luz que emanaba desde el interior, seguimos deslizándonos en el aire hasta una plataforma de cristal que estaba a un metro más o menos del suelo, donde fuimos depositados.

Mi perrito me miraba triste como si esperase que lo cogiera y saliera de allí corriendo, pero yo era incapaz de moverme.

Estábamos “atados” con unas ligaduras invisibles. Unos seres parecidos a los anteriores pero con el cuerpo en forma de rombo, empezaron a observarnos. Desde arriba se aproximó hasta nuestras caras una bola de cristal con una luz azul en su interior; esta comenzó a parpadear y a mandar códigos a un ordenador que empezó a procesar todos los datos y, tras varios exámenes, varias pruebas, tomas de pelo, sangre y otros fluidos que no vienen al caso.


Imagen de Pixabay

Después nos invitaron a seguirles. Llegamos hasta una especie de cabina donde nos sirvieron bebidas con colores que no se mezclaban pero que sabían deliciosas y unas frutillas transparentes dulces y saladas al mismo tiempo. A Sully le pusieron una bandeja con unos huesos de diferentes colores que debían de estar apetitosos pues se los zampó en un cierra y abre de ojos. Una vez saciado el apetito que, en ningún momento creí tener, fuimos hasta los mandos de la nave y allí nos sentamos en unos asientos invisibles pero comodísimos. Entonces la nave hizo un giro y se elevó mezclándose en la oscuridad nocturna. Pasamos a escasos cientos de kilómetros de Saturno evitando sus anillos y paramos unos momentos en la estrella Sira desde donde observamos la Tierra que brillaba con la luz que tomaba desde la Luna. Me pareció estar viviendo un sueño. Un sueño muy lúcido pues conservo las sensaciones y las vivo cada vez que recuerdo esta noche. Una noche en la que temí por momentos por mi integridad pero terminó deseando que hubiera durado un poco más.

Por su parte aquellos que nos habían “abducido” tal y como nos habían encontrado nos devolvieron a nuestro lugar de origen.


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